Ganadería "Miura" Lora del Río (Sevilla).

La ganadería de "Miura" inscrita en la "Unión de Criadores de Toros de Lidia".
A diez kilómetros de Lora de Río y a cinco de La Campana, pero dentro del término de la localidad loreña, se encuentra la finca “Zahariche”, propiedad de la familia Miura, poseedora de una de las ganaderías de toro de lidia más importantes del mundo, que cuenta con casi dos siglos de historia. 
Unas 800 reses componen esta ganadería forjada con el paso de los años que deja huella no sólo en las ferias españolas sino también en las plazas de Francia y de gran parte del continente americano. «Hemos pisado Sudamérica en los dos últimos años para lidiar en San Cristóbal (Venezuela) y en Lima (Perú)», afirman los hermanos Miura, que además señalan: «Nuestro bisabuelo llevó toros a Quito, Caracas, México, Cuba, Montevideo, pero también lo hizo en París».
La finca de Zahariche, donde pastan los Miura desde 1941.
Zahariche es una finca de unas 600 hectáreas, y los dos cercados que vimos están en consonancia: grandes, extensos, con unos límites que en parte se pierden entre las suaves ondulaciones que presenta el terreno. Por ello, los miuras se encontraban algo desperdigados.
El toro de Miura pasa por ser el más terrorífico de toda la historia del toreo, aún ahora que ha modificado su comportamiento en relación con el que exhibía a finales del siglo XIX y durante las primeras décadas del XX.
Todavía en la actualidad y a pesar de los cambios introducidos en su selección, los "miuras" siguen manteniéndose fieles a su historia y comportándose con frecuencia en el ruedo de forma distinta a la de los restantes toros.
De salida suelen mostrarse abantos, tardan en fijarse en los engaños y les puede faltar un poco de entrega en general.
En el tercio de varas caben todas las posibilidades, que van desde la bravura ejemplar, galopando y recargando, creciéndose al castigo y propiciando un magnífico espectáculo, hasta la mansedumbre declarada, huyendo al sentir el hierro y presentando dificultades a los lidiadores hasta para ponerlos en suerte.
A partir del primer tercio el toro puede cambiar considerablemente. Hay veces que los que han manseado o simplemente han cumplido en varas empiezan a ahormarse y mejorar paulatinamente, y otras en las que declaradamente van a peor.
Incluso los buenos crean complicaciones a los banderilleros en los últimos pares, arrebatándoles con facilidad los palos en el momento del embroque, gracias a su elevada alzada y a su agilidad de cuello, o se frenan e incluso cortan el viaje y corrigen la trayectoria en la misma arrancada.
El segundo tercio es una excelente piedra de toque para saber por dónde puede decantarse el toro en la faena de muleta y por eso es conveniente analizar cuidadosamente sus reacciones. Cuando galopan con franquía es posible que acaben entregándose en la muleta, dando salida a su nobleza. Por el contrario aquellos otros que ya plantearon dificultades en el capote y que cada vez piensan más lo que van a hacer a continuación, desparraman la vista y se enteran de todo lo que sucede a su alrededor, pueden ser muy complicados para el diestro.
A la faena de muleta llegan muchos toros  sin definirse y por ello su juego dependerá en gran medida de la facultad lidiadora de cada matador, que debe ser capaz de someterlos sin dejar que se desengañen, para sacarles el máximo partido posible en muy pocos muletazos ya salvo excepciones, suelen tener poca duración en el último tercio y aprenden rápidamente.
Por el contrario, aquellos que son bravos y que embisten con mayor entrega a la muleta, repiten las embestidas, tienen fijeza y posibilitan triunfos importantes, pero eso sí, necesitan siempre de toreros con mucha técnica y mucha decisión para desarrollar sus buenas cualidades, ya que son toros que no permiten equivocaciones.

Siempre es necesario perderles pasos, cruzarse mucho al pitón contrario y tener la serenidad suficiente para esperarlos hasta que meten la cara en la muleta. Una vez ahí el diestro debe hacer gala de su temple, llevando el engaño muy cerca de los pitones, sin dejar que la enganchen para que no se descomponga la embestida y empiecen a derrotar o a defenderse. Igualmente deben tener especial cuidado de no descubrirse con la muleta, ya que si existe demasiada distancia entre esta y los pitones, el astado puede ver al torero y desarrollar sentido con rapidez. Nunca debe olvidarse que se trata de toros muy cambiantes y dada su facilidad para aprender, generalmente los cambios suelen ser a peor, por muy buenos que hayan sido antes.
Los restantes, aquellos que evidencian peligro durante toda su lidia, solo permiten una faena a la defensiva. El hecho de que sean animales rápidos y ágiles de movimientos, pese a su gran tamaño y peso elevado, les permite alcanzar al torero si éste se descuida, duda, o no acierta a darles la lidia que precisan. En estos casos, los especialistas recomiendan llevarlos muy tapados en la muleta y no dejarles pensar. Buscarles la igualada e intentar acertar con el acero a la primera porque en caso contrario se ponen mucho más difíciles aún, levantando la cabeza y cerrando el paso al diestro. La única ventaja de estos toros es que no equivocan, su peligro es evidente y por eso el aficionado no exige al torero lo que no se puede hacer.
En el campo, los toros  son  de manejo complicado, agresivo y muy propenso a las peleas, que se saldan con numerosas bajas conforme llegan a la edad adulta. Los toros de saca precisan de grandes extensiones de terreno en las que se desenvuelven en solitario o formando pequeños grupos.
Por el contrario sus hermanos menores se muestran mucho más tranquilos y sociales, aunque esta tendencia va disminuyendo con la edad. Cuando son añojos, prácticamente forman un único grupo. De erales se empiezan a dividir en varios, que se divide en otros cuando llegan a utreros, y ya de cuatreños son cada vez más individualistas y se hermanan muy poco con los demás toros.
Solo un perfecto conocimiento de sus reacciones y querencias posibilita el manejo, aunque este nunca es fácil, como tampoco lo fue nunca en esta ganadería con anterioridad.
Al igual que los machos, las vacas de Miura son extraordinariamente rústicas y muy adaptadas al terreno donde se desenvuelven. Uno de los rasgos más llamativos de su comportamiento en el campo es su gran curiosidad por todo lo que les resulta nuevo en el entorno. Así, les gusta aproximarse para observar los vehículos o cualquier otro objeto ajeno a su hábitat natural.
También tienen muy desarrollado su instinto maternal y mientras pastan están en todo momento pendientes del lugar donde tienen encamada su cría y se separan poco de allí. Este comportamiento se evidencia principalmente durante las primeras semanas de vida de los terneros, que gozan de mayor autonomía durante los meses siguientes, aunque sus madres nunca les pierden de vista mucho tiempo.
Casta Cabrera
Subcóncavo, longilíneo e hipermétricos.
Cabeza y Cuello: Perfil cefálico subconcavo, cabeza grande voluminosa, alargada, y ancha de sienes. Cuello largo musculado, pero con el morrillo poco prominente.
Encornaduras: Bastante desarrolladas, gruesas, y por lo general cornitraseros. Abundan los corniveletos, capachos y corniabiertos.
Pecho, tórax y vientre: Pecho no excesivamente ancho, papada y badana poco desarrollados. Tronco largo con costillares muy anchos. Vientre recogido.
Extremidades: largas y Fuertes.
Dorso: recto o ligeramente ensillada.
Grupa y cola: Grupa poco desarrollada. Cola Larga, fina y con borlón poblado.
Capa: predominio de ejemplares negros, cárdenos, castaños, coloraos, y con menor frecuencia sardos y salineros. Como particularidades encontramos chorreado, entrepelado, lavado, mosqueado, nevado y salpicado.
Historia:
Se formó ésta en 1842 por don Juan Miura, con reses de Antonio Gil, y posteriormente otro lote grande de vacas de don José Luis Alvareda, todas ellas procedentes de don Francisco Gallardo. En 1850 y 1852 se agregaron reses de la de doña Jerónima Núñez de Prado, viuda de Cabrera, agregándole en 1854 sementales de don José Arias de Saavedra (Vistahermosa). Al fallecimiento de don Juan, en 1855, se anunció a nombre de su viuda, y de ésta pasó a su hijo mayor, don Antonio Miura, y a la muerte de éste, en 1893, se hizo cargo su hermano don Eduardo, heredándola en 1917 sus hijos don Antonio y don José, anunciándolo: “Hijos de don Eduardo Miura”. A finales de 1940, don Antonio y don José se la cedieron a su hijo y sobrino don Eduardo Miura Fernández. A la muerte de don Eduardo Miura Fernández, en 1996, la heredan sus hijos don Eduardo y don Antonio Miura, los cuales lidian a nombre de “Hijos de don Eduardo Miura”. En 2002 la ganadería pasa a anunciarse como “Miura”. 
Propietario: Don Eduardo y Don Antonio Miura Martínez.
Señal: Hendida y muesca en la izquierda y despuntada con golpe en la derecha.
Divisa: Poseen dos divisas diferentes, para provincias y Madrid. Debido a que al lidiar la primera vez en Madrid, los colores que llevaban, verde y grana, ya existía otra divisa de más antigüedad “Plácido Comesaña” con el mismo color, se decidió cambiarla a verde y negro.
Mayoral: Manuel García.
Antigüedad: 30/04/1849.
Finca "Zahariche" Lora del Río (Sevilla).
Comportamiento en la lidia:

La Casta Cabrera es una de las fundacionales y gracias a la antigua ganadería de Miura en la actualidad podemos ver características típicas de su comportamiento, aunque lógicamente los Miuras de ahora son menos violentos que los de antes, ya que permiten al torero estar más confiado y hacer faenas más al gusto del público actual.
Abanto de salida, el toro de Miura tarda en fijarse en el capote. En el tercio de varas pueden ser muy bravos, con toros que se arrancan desde lejos, se emplean en el caballo, se crecen al castigo y propician un gran tercio, o también salen mansos de libro, rehuyendo de la pelea. 
Para banderillearlos son complicados. Incluso los buenos ponen en apuros a los hombres de plata. Arrebatan los palos con facilidad debido a su gran alzada y largo cuello. Algunos también se frenan e incluso cortan el viaje y varían la trayectoria en la misma arrancada.
El torero que se pone delante requiere de cabeza y mucha técnica para poder dominar sus embestidas. Son toros que te permiten pocos errores. Los que evidencian peligro durante toda la lidia solamente permiten una faena a la defensiva. Al toro bueno de Miura es necesario perderles pasos, cruzarse mucho al pitón contrario y tener la serenidad suficiente para esperarlos hasta que meten la cara en la muleta. Las faenas no pueden ser excesivamente largas, ya que el toro de Miura tiene poca duración porque se orientan y aprenden rápido.
Miura

Sigla: UFT.
Asociación: Unión de Criadores de Toros de Lidia.
Localización: Lora del Río (Sevilla).
Propietario:
D. Eduardo y D. Antonio Miura Martínez, C.B.
Avda. Presidente Adolfo Suarez 6 y 8
41011 (Sevilla)

Representante:
D. Eduardo y D. Antonio Miura Martínez, C.B.
Avda. Presidente Adolfo Suarez 6 y 8
41011 (Sevilla)

Divisa: Verde y negra en la plaza de toros de Madrid y verde y grana en el resto .
Señal de oreja: Hendido y una muesca en la izquierda y despuntada con golpe en la derecha.
Finca:”Zahariche” Lora del Río (Sevilla); tfno.: 95 595 38 26
Historia:
Se formó ésta en 1842 por don Juan Miura, con reses de Antonio Gil, y posteriormente otro lote grande de vacas de don José Luis Alvareda, todas ellas procedentes de don Francisco Gallardo. En 1850 y 1852 se agregaron reses de la de doña Jerónima Núñez de Prado, viuda de Cabrera, agregándole en 1854 sementales de don José Arias de Saavedra (Vistahermosa). Al fallecimiento de don Juan, en 1855, se anunció a nombre de su viuda, y de ésta pasó a su hijo mayor, don Antonio Miura, y a la muerte de éste, en 1893, se hizo cargo su hermano don Eduardo, heredándola en 1917 sus hijos don Antonio y don José, anunciándolo: “Hijos de don Eduardo Miura”. A finales de 1940, don Antonio y don José se la cedieron a su hijo y sobrino don Eduardo Miura Fernández. A la muerte de don Eduardo Miura Fernández, en 1996, la heredan sus hijos don Eduardo y don Antonio Miura, los cuales lidian a nombre de “Hijos de don Eduardo Miura”. En 2002 la ganadería pasa a anunciarse como “Miura”.
Procedencia actual: Miura.
Mayoral: Manuel García.
Antigüedad: 30/04/1849